Hace un par de siglos comenzamos
a ser una soledad con nombre
vamos a la pena de Vicente Emparan como quien va a un relámpago que sangra traiciones
Somos el padre Madariaga, la Santa Inquisición, el quebranto vaginal de las indias violadas, el éxodo de Bolívar huyendo de la sombra de España, la sangrienta mandíbula de Boves que aún fomenta la muerte en los callejones del centro y baña de muertos la soledad de los senderos solo habitados por estrellas
Hace un par de siglos rompimos la profunda otredad que nos ataba al desnudo chaguaramo, que nos mantenía amarrados al insilio cultural de ser un imperio desvelado, de sol eterno, un denotado imperio que nunca fue a la guerra, que se sostuvo en oro y gemidos de inocentes: como quien encuentra en el garrote a un hermano. Como quien consigue en la esclavitud una forma de hacer amigos
Somos una soledad con nombre que perturba los sueños del tirano Aguirre, quien vuelto rey de su locura, comenzó por repartir la soledad como herencia entre los huesos que ya adulaban su muerte, en el impetuoso gesto de un rio que perpetúa almas cansadas de tener en préstamo la alegría
La orgia de la soledad construye en
nosotros su templo
estructura alta y sedimentada de
ambiciones
de saqueos
y de silencios
que hoy nos hacen una nación
un gigantesco exilio.

Del libro Poemas de silencio (2018)

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