La historia local muchas veces es incomprendida, su propio concepto parece estar circunscrito a experiencias particulares que solo afectan a quienes habitan geográficamente cerca del lugar que ha sido historiografiado. Por ejemplo, una historia de un sector de la ciudad (pienso en la Reseña Histórica del Sector El Milagro, de Ernesto García McGregor), podría ser visto como un proyecto de reflexión intelectual que solo tendría importancia, en principio, para quienes habitan en ese sector; pero la verdad es que la historia local bien escrita logra trascender la simple crónica de costumbre (el manido género del siglo XIX) y convertirse en un “adentramiento” en la cosmogonía general de la sociedad, estudiando apenas una de sus partes.

Petronio escribió el Saticón con la misma intención que nosotros hoy escribimos una historia que objetualice un lugar y la gente que lo ha trascurrido: esa intención es capturar, como un extenso rollo fotográfico, los momentos en que la cotidianidad va transformándose en trascendencia.
Esta historia de la Biblioteca Pública del estado Zulia es en toda regla un excelente ejemplo de una historia local. ¿Qué puede interesar a un francés en Francia los intríngulis de la creación de esta biblioteca? ¿O de que le sirve a un danés o filipino la existencia de este libro? Un pragmático diría: “no les sirve para nada” o “no está escrito para ellos”, pero esta gente ignora aquello que decía George Bernard Shaw: “el hombre que escribe sobre sí mismo y su tiempo es el único que escribe sobre todo el mundo y sobre todas las épocas”.
Salvar del olvido el proceso histórico y los documentos fundacionales de una biblioteca centenaria es una forma de salvar todas las bibliotecas del mundo; este libro que hoy usted está dispuesto a leer, es una forma de resarcir las bombas que cayeron sobre la biblioteca de Bagdad, o una manera de vengar la desaparición de bibliotecas fundamentales para los zulianos como lo fueron la Biblioteca Baralt de la Universidad Rafael Urdaneta o la Biblioteca Municipal Jesús Enrique Lossada.
El crimen sostenido que las instituciones privadas y públicas han ejercido sobre nuestro patrimonio bibliográfico zuliano es tan amplio y sostenido por décadas, que la llegada de un libro como este, que fija la memoria de más de cien años de esfuerzo en favor de la cultura del libro en nuestra región, es la mejor expresión de una luz al final del túnel, que es posible emprender el camino de vuelta a una sociedad que entienda que el pensamiento escrito es el sustento de cualquier acción civilizatoria y de progreso.
Jesús Ángel Semprún Parra es por mucho el hombre que ha más hecho por la memoria documental del pueblo zuliano, y este esfuerzo que hoy se presenta en forma de libro, salva de una muerte segura el relato épico de la consolidación de una biblioteca, además pública, que mantiene la lucha por el saber que los griegos comenzaron en Pérgamo y Alejandría.
Resalta también en este texto que hoy comienzan a leer, cómo el florecimiento de esta biblioteca pública coincide con las etapas de progreso, mejora y desarrollo social sostenible y trascendente del pueblo zuliano; y queremos creer que este libro y la reapertura de Biblioteca Pública son el más claro vaticinio de que en el Zulia ha comenzado a vivirse una nueva etapa de prosperidad.
Este libro es un aporte a la historia local, pero también es una historia necesaria: porque nos permite recordar que los hombres y mujeres del Zulia, en todas sus épocas, han intentado mantener viva la flama del conocimiento y la esperanza de hacer de este terruño un lugar mejor desde el humanismo y el saber. Loas a esta historia local y necesaria.

Luis Perozo Cervantes
11 de junio de 2022.

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