Con su bastón. Inevitable imaginarlo con su bastón. Recordar el movimiento de sus manos, el compás de sus pasos bailando una danza ancestral: la danza del buen conversador. Enrique Romero nos conduce hasta un cómodo asiento, donde esperamos encontrarlo en las páginas de su reciente libro Dos piezas de teatro breve.
En la presentación, sentí que algo muy bueno estaba sucediendo. Yasmina Jiménez, Alexis Blanco e Ilya Izaguirre compartían mesa con Miguel Ángel Campos, Víctor Vielma y Javier Rondón. Junto a otras cincuenta o sesenta personas, escuchábamos a Enrique Romero declarar, con cautela, que no deseaba volver a la Maracaibo del pasado. No sentía nostalgia cursi por las velas y lámparas de gas; su voto de memoria estaba dirigido al extinto y necesario protocolo. Ese rito protocolar con el cual nos entregó nuevamente sus palabras: el sonsonete de la Calle Federación, la convicción de forjarse a sí mismo en todas las luchas por la belleza y la nobleza.
Algo muy bueno estaba sucediendo: el poeta Carlos Ildemar Pérez ofreció una brillante presentación del libro, analizando el texto teatral desde su literatura, desde lo poético que habita en el teatro.
Algo bueno: asistieron lectores de poesía, narradores, actores y directores de teatro. La Maracaibo poética, la que queremos, estaba presente para decir junto a Enrique Romero: “Nos gusta el futuro”. Una esperanza inmensa latía en todos los corazones, contenida en el alma. La esperanza de superar, a través del diálogo, las diferencias que otros han abonado durante siglos. Una ciudad donde sea la ficción, suma de todas las posibilidades, quien nos ayude a crecer. Para el maracaibeño, la poesía no es solo un entretenimiento: es la llave que libera a nuestros vecinos.
Todos tenemos la posibilidad de convocarnos al cambio. Enrique Romero, miembro honorario del Movimiento Poético de Maracaibo, nos impulsa a convertir nuestro propósito como organización en una maquinaria capaz de convocar a los lectores de buena voluntad, a quienes han estado aplastados por el silencio y la asquerosa actividad político-partidista de los gestores de la cultura. Llevar esperanza a quienes siempre la han tenido, para que nuestra esperanza colectiva sea mayor.
Algo: muchas sonrisas, todas llenas de amor. Fundamentalmente, la sonrisa sincera de Enrique Romero, quien salió con paso lento y seguro, con su bastón, de la sala número uno del Centro de Arte de Maracaibo Lía Bermúdez, después de habernos convocado, una vez más, a un diálogo profundo e íntimo en las páginas de su libro.
Maracaibo, 12 de diciembre de 2013
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