POÉTICA DE UN LUSTRO ILUSTRE…

El poeta Luis Perozo Cervantes celebró, la tarde del lunes cuatro de marzo, sobre el escenario del Teatro Baralt, los cinco años de Puerto de Libros, un insólito programa de radio consagrado a la divulgación de la alta poesía, transmitido de lunes a viernes, a las nueve de la noche, por Fe y Alegría, con una impresionante cobertura nacional, en 23 emisoras. Íntima poiesis con 565 capítulos emitidos.
Junto con mi hijo menor, Dylan, nos deleitamos en la regia fiesta radial de LPC, dado que sus amigos concitados para hablar sobre su importante logro, no escatimaron detalles vinculados con la naturaleza polémica y malasangrosa del editor de libros más joven que tiene esta entidad, en una mezcla muy intensa de logros con vergueros. “No soy monedita de oro, pa’ caerle bien a todos”, recordábamos Ángel Peña y yo aquel gag que popularizó el Comandante Hugo Chávez, de quien LPC no querría recordar que hizo de la radio su mejor herramienta beligerante. La diferencia, gracias a Dios, es abismal: a LPC solo le interesa el poder de la poesía y la poesía del poder.
Eso no importa, en verdad. Lo que conmueve de LPC es su condición de “workholic” a ultranza. “Este tipo no duerme”, clamaba su maestro Carlos Ildemar Pérez en el cierre del programa conmemorativo. Antes de él, el colega Juan Carlos Fernández y el arquitecto Jesús Lombardi Boscán, hicieron énfasis en esa naturaleza mordaz e intelectual y políticamente pendenciera, del escritor de casi medio centenar de poemarios a la irrisoria edad de 35 años. Este cronista jamás olvidará al muchacho de 17 que en verdad creía que el diario Panorama publicaría alguna vez buenos libros de literatura y arte. Casi…
Puerto de Libros representa muchísimo más que un programa radial. Es un exitoso atrevimiento de un tenaz poeta que entendió a cabalidad lo que quiso decir Dylan Thomas, locutor estrella de la BBC, con aquel poema “No entres dócilmente en esa buena noche”. La verdad es que si te pones a mirar el mapa de Venezuela y clavas alfileres rojos en cada ciudad donde cada noche una emisora difunde Puerto de Libros, comprenderás que lo de Luis Perozo Cervantes es un trabajo al que, como mínimo, se le debe el máximo respeto.
Loco porque lo invite a fumar un cigarrillo natural, el espíritu de Allen Ginsberg desliza un papelito entre mis dendritas: “Un poema es como una radio que puede transmitirse continuamente durante miles de años”. Entonces cede el turno al bate al gurú canadiense Marshall McLuhan: “La radio afecta a la gente de una forma muy íntima, de tú a tú, y ofrece todo un mundo de comunicación silenciosa entre el escritor-locutor y el oyente”.
El eximio español García Lorca registró el notable impacto de la radio como método de intervención poética y con seguridad estuvo pendiente de, por ejemplo, LPC comenzó a entrevistar a verdaderos monumentos del ars poetique, incluido ese personaje de Sófocles que Freud hizo leyenda, ese tal Edipo rey de Tebas. Irreverente, gordo quizás por su deseo de ser nuestro Lezama Lima, Luis ha registrado con sus entrevistas a los protagonistas más excelsos de la creación literaria tanto criolla como planetaria. Desde un Rojas Guardia a un Víctor Fuenmayor, a casi todos. Los que no están es porque con él se han peleado sin remedio ni mesura. El coño posee esa naturaleza de avispa radiactiva. Tal vez la gente de Marvel invente un antihéroe gordo, aún más que nuestro prócer El Bigote, jeje, que diría algo así como “Mi nombre es Cervantes Parker, fui mordido por mi propia lengua de avispa radiactiva”, jejeje.
Gente de teatro muy importante en esta ciudad estuvo presente. Y aún en ausencia, presentes. Desde la maestra Yazmina Jiménez, José Luis Montero o Leonardo Isea, para sólo citar tres bellezas a vuelo de águila. Todo aquel que tenga obras escritas y las quiera publicar, con LPC bien pueden hablar. También los cronistas, los periodistas deportivos como Eliéxser Pirela, los chefs como Olga Bravo o los novelistas como ya sabemos quienes, han encontrado en él un aliado formidable. Otros, no. Con esos, que son muchos, el tipo ha peleado con estilo “hater”.
Arch Oboler, el genial escritor radiofónico que protagonizó la Edad de Oro de la radiofonía en los Estados Unidos, se rascaba la garganta mientras soltaba: “radio es “el teatro de la mente”..”. Esta simple frase resume lo que es Puerto de Libros, el programa de LPC. Pero también encajarían otras tales, como por ejemplo la de Federico Fellini “La radio es la televisión de los pobres”; o la del mítico Orson Welles, quien paró a los Estados Unidos con su verista versión de La guerra de los mundos, de Wells: “La radio es la forma más íntima de comunicación. Te hablan directamente al oído”.
Al oído, con poemas e ideas profundas, este tipo mollejúo se las ingenia para inventar cada noche un nuevo estuario para que la radio sirva como ese “último medio de comunicación masiva que queda”, según recordábamos a Woody Allen en su formidable película, Días de Radio. Porque internet o las redes sociales son otra cosa.
El cantautor argentino Charly García es nuestra cortina musical para este guión sin ton ni son:
“Los amigos del barrio pueden desaparecer, los cantores de radio pueden desaparecer, los que están en los diarios pueden desaperecer, la persona que amas puede desaparecer(…)Pero los dinosaurios van a desaparecer…”.
Ya va cayéndome la noche del mediodía y entonces me llega Gioconda Belli, tan presente últimamente en mi Estación de la Alegría y deja esto para ser leído entre todos:

“También yo me dormiré y entonces quizás te despiertes
Y pienses esto que yo estoy pensando, tal vez
Me imaginarás enredada en algún árbol enmarañado
De los que sabes que me encantan y me quieras alcanzar tocándome,
Sacándome del mutismo de estación
De radio apagada, volviéndome a traer hacia tu lado,
Hacia el amor que nos dio el sueño…”.

Termina el programa y entonces (imagínense, supónganlo) el operador deja abierta esa grabación de un artículo alguna vez publicado, el primero de diciembre de 2018, en estos territorios Facebook por quien suscribe (autor también de los amateurs videitos que acompañan esta reseña. Tomé las fotos de las redes del Teatro Baralt) y se escucha esa voz tan hórrida de la IA leyendo:

CULTURA… El tema (o el problema) no es Luis Perozo Cervantes. Si cae bien o mal. Si se lo manda a mamar o no. Si vale la pena o no caer en sus provocaciones, contradicciones y dislates. LPC no es el problema. Tal vez no sea santo de devoción para muchos. Pero será difícil para sus detractores negar que, sin cumplir todavía los treinta, ya ha marcado sensible y profundamente la piel cultural de esta ciudad. Evidente y fracasada ha sido la fórmula medio fascistoide de pretender anularlo mediante el desdén, ignorándolo y sometiéndole a un olímpico desprecio oficial. En esta aldea, donde todos nos reconocemos, se sabe de las internas órdenes superiores que prohíben a los funcionarios artistas e intelectuales hacer acto de presencia en los eventos del gordo colombo-venezolano acantonado en la Vereda. Pero no fraguo un panegírico a LPC, a quien suelo mandar a mamar los helados Tío Rico. Él no es mi peo.
Ocurre que hoy el Facebook y otras plataformas aparecen inundadas de las increpaciones de LPC al quehacer de la cultura oficialista en el Zulia. Y no insulta: Cuestiona. Cada pregunta suya contiene mucha contundencia, aun cuando las despachemos diciendo que hay mucho de cocuy y onanismo en sus comentarios.
Pero no hay que dedicar una edición aniversaria de Panorama sobre, supongamos, Cultura y Burocracia, para convalidar los señalamientos del gerente cultural de marras. Hablo de la responsabilidad de los representantes culturales del municipio, la región y el país, de responder ante los cuestionamientos, ya no sólo del pretendido vate quebrado (sic, él mismo) sino de toda una comunidad que merece tales respuestas, no en términos de groseras o irrespetuosas diatribas yermas, sino en función del colectivo ejercicio de la belleza y la espiritualidad como acción de bienestar y regocijo. Las púas de la rosa involucran el cuidado de las rosas. Todas esas instituciones criticadas y cuestionadas en estos momentos, allende las redes, deberían responder, no con dogmatismos ni silencios o soberbia, sino con hechos irrefutables.
Si el país no estuviese tan desolado por la intolerancia y las falacias ideológicas y políticas, tal vez la misma sociedad civil y abusada culturalmente concitaría una gran sesión de autorreflexión y análisis de esa agenda cultural zuliana. Pero, qué coño, llego llegó diciembre y el ombligo obliga a que no dejemos de mirarnoslo, tal vez hasta después del 10 de enero.
¡Ah! Y cuando digo cultura aludo su concepto orgánico. Nada que ver con las pamplinas constantes de si derecha o izquierda, burguesa o proletaria. Digo, emulando a Ludovico Silva: Belleza y revolución.
Dejo esto en el ambiente. ¡Salud!

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