Manantial

Al pensar que no me quieres,
cuando me pongo a pensar,
me van saliendo los versos
como agua de manantial.
Alberto Arvelo Torrealba

Algo terrible ha pasado, Manantial
tú y yo, no podemos estar vivos, menos juntos
somos anémonas de sol, dados de arcoíris
besos que perpetran el amanecer como furias antiguas
tempestades transparentes
exhalaciones de reptiles amorosos
(tu cuerpo el mío son la locura que se ensancha
ese atornillarse de adentro hacia fuera de los insectos
adioses de papel carbón
algo que fluye y es detenido por la tarde, retenido
hasta el hartazgo del miedo
absorción de sales y orgasmos
domingos de infidelidades
nacimientos y divinos niños
—todas estatuas de yeso encolerizadas—
Un temporal amarillo)
Manantial, me arrullas
interminable tormento de tu silencio
penetras en mí como en algunas realidades
oscuridad de aluminios, sortija hecha de llaves perdidas
cerradura de Dios: todos los días en un campo de sorgo
sonoro y triste como tu sonrisa
herido por la diáspora
sediento
nos cobijamos, abrazo en celo
nos adherimos, ensarto mi deseo en tus habitaciones oscuras
y el susurrar se adentra, atento
enjuto de Dios, en la distancia, te tengo
pero es incontenible el tener, y fluyes de nuevo
hacia la diáspora
amarte siempre es comenzar
ser nuevo, honor de pólvora seca
raíz de trigo, alfalfa que nos crece en los omóplatos
sabiduría de adioses que se postergan
una y otra vez tachamos la fecha del final con semen
me anclo de acero
entre mi óxido circulas hacia tus destinos
eres en los trópicos el resurgir de las montañas
suenas como un canto de todo azul
me riegas y perdonas
mientras existimos te sostengo
vuelvo a ser solar
recupérome sin esencia
te persigo, busco de ti en todos los rincones
me armo de nosotros,— de todos nosotros,
los átomos fisionados del amor—
que pululamos en la calidez violeta de los hoteles
destellantes faenas de amor en discotecas y centros nudistas
donde nos hemos profanado una y otra vez hasta que atardece
roble colgante de los días bisiestos
mi órgano binario, que tú adoras morder
Fluimos, Manantial, tú sobre las cosas,
yo encima de ti, sobre las cosas
pero triste te hemos ido al olvido
cuerpo antiguo de carnes nuevas
juego que yo, enroco en mi sexo
ardo, prendido por tus besos aún masculinos
trasciendo, en lo fosforescente del perderte
después de los engaños, de tus orgias telefónicas con el diablo
soy sangre de tus heridas sexuales, en ellas me gozo
necio, como el andar de tu mano sobre el peligro
o esos ruidos que los vecinos entendían como estrellas fugaces
y al decirnos en pasado, me sostengo y sobrevivo
La traición, su fuego de la carne al humo
duración de la arena en la herida, sonriendo
llamaradas del recuerpo, tu cuerpo en otro cuerpo
por no creerme para nunca lo imposible de perderte
arrugas llevadas al destierro de lo ronco
vete, Manantial, te esperan otros labios para beberte
vete tiempo, tramo de despedidas
en otras camas has de sabernos, con anónimos erectos
que no sospechan nuestros rituales para bañarnos desnudos
vete, ardor, a decirle que su fuego no lo calma el sol
has sabido de mí, instante del desacuerdo
crisálida partida soy
yo, que no merezco perdones, no los doy
duende en llamas, carbón vegetal
puridades del masoquismo, rompecabezas del átomo, miedo
días que dividen en truenos aquella noche que corrió por mí
sosténgome, para no buscar sus caderas anchas de cuerpo flaco
ni todos sus huesos que aún sienten mi peso y me nombran
Dios le digo, al sexo prohibido que me entregaba a diario
entre las sábanas compradas para un casamientos de ríos
yo turbulencia
él, Manantial de traiciones cristalinas
caracoles rotos hemos de sangrar
tráfago, situación de miedos, digamos lluvia
caemos, pero la cascada solo es una piedra
erosión, sonidos de tus nalgas atormentadas
cántico alumbrado por pesares
honda es la traición a mí, por amarte hasta el olvido
no me perdono la sed, tu piel liquida lamida
una y otra vez una pelambre de gritos
trazas arrancadas de un calendario extinto
donde éramos felices como huérfanos
Te necesito, Manantial
turbio en sangre, o de cristal
reflejando en espasmos lo sexual de nuestras palabras
en la lejura, te reconozco llameante
erguido en las nubes
que vuelan como nalgas mullidas
Manantial, piedra de sombra sostenida
erizado en ti, me sostengo
lejos, Manantial, de mi rosa, te hallas
¿cómo conseguirnos, si la floración
está prohibida entre los hombres?
Se dibuja para mí una seda
sino antigua, profunda
donde he edificado el extrañarte
en ruidos de carne que revientan
con mis dedos de tallo seminal
lugar de jazmines gigantes
diálogo de arrobas sudorosas
sedientas como yo, las horas te desean
Manantial flexible, que recibes el peso de mi memoria
insistente sobre tus caderas
aguijón tras aguijón,
ronroneo, jadeo de conocernos
este deseo, Manantial,
tiene la fuerza de lo plano que te somete
y lo solar, que te abraza
en la caléndula dolorosa de nuestros placeres
Manantial, responde a tus crímenes de celos
que en mí, carnívoro y desnudo, se vuelven una furia
jinete antropófago envuelto en vapores
manchado de mirra en el alma
en despedida, una pira de miradas
y algo etrusco, como un silencio
Manantial, tu líquida carne
arde en mis maxilares filosos
y desgarro en ti el hervor
la luminosa luna de los dormidos
estaciones sin frío ni calor ni miedo
porque hemos nacido de célibes encuentros con lo perverso
de masturbaciones con el más sutil de los tormentos
e hiposos e hilarantes, todo encuestabajo, nos pronuncia
sobre tu pelaje líquido, me riego
aromas que se entrometen
siéndome de sal me alumbro oscuro
fútil ciénaga que todo curas
y con tus lágrimas transformas
en la piel de los mares
la transexualidad de la sirenas

piélago de río
que alucina
desnudez de uso tropical
animal puntiagudo que te extiendes

Manantial

producto de mi propio sentido
árdezme

y funcionas como un rencor

durante tanto, fluyes
porque un yo no basta
y tus traiciones
te hacen ágil

me alas y vuelo

Editado en 2015

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