Según la propia alcaldía de Maracaibo en todo el año 2023 solamente lograron atender a cincuenta mil personas con sus programas culturales en un espectro poblacional de más de un millón de personas: eso pone de manifiesto que la prestación de servicios culturales no es una prioridad para la actual administración municipal. Celebrar con grandilocuencia un fracaso es el peor de síntomas para una sociedad que no logra comprender la importancia de desarrollarse intelectual, cultural y educativamente para superar la pobreza. Venezuela necesita un cambio de paradigma en la forma de hacer política y reevaluar sus prioridades en pos de la construcción de una ciudadanía equipada con criterio. Si instituciones independientes de la ciudad atendieron a más de cien mil personas no es lógico que quien administra nuestros impuestos sea incapaz de atender a la mitad de la población con proyectos medibles de acción cultural. Nos vemos en la imperiosa necesidad de denunciar una gestión de eslóganes y poco contenido, una propuesta cultural pobre y monotemática que no llega al ciudadano de a pie, y desluce al resto de los esfuerzos que se realizan por mejorar la calidad de vida de los maracaiberos. Basta de solapar la mediocridad y apoyar con estoicismo lo que está mal hecho.
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