Para la voz
que siempre
me responde
las respuestas

 

“Fui un legendario desnudo y andante
por la estridencia de las tribulaciones
¿quién lo duda?”
Carlos Ildemar Pérez
El señor Homo Sapiens
se hace a la vida de poeta

Formato PDF: PAREJA

 

— Para hacer este diálogo más intenso te comeré la boca.
— A ver si puedes. Yo salgo volando.

 

— Espérame. Cuidado con las estrellas, te pueden pellizcar los senos.
— Tranquilo, a mí me gusta.

 

— Si lloviera, y nos desnudáramos e hiciéramos un hijo nuevo sobre el asfalto.
— ¿Hace falta que llueva?

 

— Ven, te voy a mostrar algo.
— Déjame ver ¿dónde lo escondes?
— Aquí, aquí, en mi boca.

 

— ¿por qué te despiertas tan temprano?
— Para amarte mejor.

 

— Ayer cuando podaba el árbol de los libros, me encontré una página tuya que habías escrito para otra mujer.
— Tú siempre cortas las malezas.

 

— Juguemos a que intento mezclar mi piel con tu piel.
— Juguemos a que entramos al mismo tiempo a un castillo de amor.
— Juguemos a que los granitos de arena son tus besos.
— Juguemos mejor, a que tú eres yo y que yo soy tú.

 

— Has visto últimamente las rosas que me salen en las piernas.
— No, yo creía que era las margaritas del año pasado.

 

— Juguemos a que nos ponemos ropa.
— Ese juego no me gusta.

 

— ¿Por qué tu lengua habla mejor que tu mano?
— ¿Por qué tu sonrisa habla mejor que tu pie?

 

— Mételo en tu boca. Así. ¡Qué bueno!
— Si tú fueras un pétalo no gozarías tanto.

 

— ¿Bailamos?
— Pero esta vez yo quiero estar sobre ti.

 

— Tengo un pequeño problema con esto de hacer una cama de nubes.
— ¿Cuál Mi Amor?
— Que tú eres más suave que ella.
— Duerme sobre mí.

 

— Me encanta cuando muerdes mis pezones.
— Umm ujmm jumm
— Tonto, no hables, sólo muerde.

 

— Apaga la luz
— No, ¿para qué?
— Para que brillemos.

 

— ¿Te recuerdas aquellas vez que dormimos en la luna, y tú me sacaste de las piernas una perla?
— Si
— Bueno, yo no lo recuerdo bien, pero te amo.

 

— Esa es la más bella palabra que me has escrito.
— Y esa la más bella que me hayas devuelto.

 

— Te duele
— No. Me gusta.

 

— Y si me derramo y te ensucio la piel.
— No importa, no es sucio, es acuarela de mujer.

 

— ¿Recuerdas esa tarde que nos bañábamos en una playa desierta, y después de imitar al amanecer, nos acostamos sobre una cama de corales?
— Umm, sí.
— ¿Recuerdas que me sacaste una perla morada de las piernas?
— Sí.
— Qué bueno, porque a mí se olvidó.

 

— ¿Llueve?
— No
— Igual, hagamos un hijo.

 

— ¿Qué sabes tú de puentes?
— Mucho. Está el puente de Brooklyn donde nos comimos un dedo. Está el puente de Maracaibo, donde nos comimos un dedo. Está el puente del Orinoco, donde nos comimos…
— …¿un dedo?
— No, una tortuga voladora.

 

— ¿Duele?
— Si, un poco, pero me gusta.

 

— Juguemos a volar tomados de la mano
— ¿Jugamos cuando hacemos eso?

 

— ¿Conocimos a Cristo?
— Sí, al tipo de la cruz que hacía autostop para cambiar al mundo.
— ¡Ah!, ya recuerdo.
— ¿Por qué?
— Porque te pareces a él.

 

— Y está el Puente de Londres donde dormimos sin zancudos. Y el Golden Gate de San Francisco donde fumamos hojas y comimos los más sabrosos peces que bailaban en nuestros labios. El Puente de Perla y su aire. El puente de la abuela Carolina, amplio como tu pecho. El puente de mi papá en Florencia. El puente de los galos, y todos los puentes que cruzan el Danubio…
— Mi Amor
— ¿Sí?
— Hagamos un puente

 

— ¿Recuerdas esa vez que dormimos dentro de un cactus gigante y toda tu espalda se puso verde, y yo empecé a lamerla, y después bajé a tus piernas y descubrí que tenías una Flor de Cactus a punto de estallar?
— No recuerdo eso.
— Entonces lo soñé.

 

— ¿Qué sabes de cementerios?
— Nada, ¿Qué es eso?
— No sé, por eso te pregunto.

 

— ¿Volviste a dejar la luna abierta?
— Ups, sí.
— Habrá que ir a cerrarla ¿vamos?
— Con una condición.
— Ajá.
— Que hagamos un hijo.

 

— ¿Te duele?
— No. ¿Y a ti?
— Ya no

 

— A veces parece una mata de coco.
— A decir verdad el tuyo también parece una mata de coco.
— Pero sin tronco.

 

— ¿Qué sabes de finales?
— No mucho
— Aja
— Sólo sé que son parecidos a los inicios

 

— Cuando te beso, me dan cosquillas, y sólo quiero besarte más.
— A mí me pasa lo mismo cuando te toco.

 

— ¿Recuerdas aquella vez que viajamos a la luna y nos pusimos a contar las piedras que parecían corazones?
— ¿Fue la descubrimos que la luna brillaba más que el sol?
— Sí, esa vez

 

— ¿Llueve?
— Sí
— ¿Hacemos otro?

 

— ¿Cuándo falte alguno de los dos?
— ¿Cuándo no falte ningún?
— ¿Cuándo no te recuerde?
— ¿Cuándo llueva y no volemos?

 

— Tengo algo urgente que decirte
— ¿Puedo adivinar?
— No da tiempo: TE AMO
— Yo más
— No, yo más
— No, yo más
— No, yo más
— Yo igual.

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