Poemática del resplandor o Manuel Iris en la búsqueda de iluminada belleza

I

Creo que el adentramiento en poesía, sucede a través de dos canales: por el poema (en sustancia) y por el poeta (en esencia). La búsqueda de lo ‘hermoso’ es finalmente una plasticidad ajena a lo fundamental de lo poético; el poeta conoce que lo poético, lo poemático, aquello de lo que a la vez es dueño y esclavo, está cifrado en las distribuciones misteriosas que tiene la poesía para concederle al poeta una cualidad y calidad de la ‘cosa poética’ en similitud a la calidad de lo poético que resplandece en los grandes poemas.

Un poema, ante todo, necesita a un poeta. La poesía que lo habita es la función transformacional que en la ejecución de sus adentros, podrá dilucidarse para el lector en el poema. Manuel Iris, esencialmente, reúne las posibilidades expresivas para leer en él a un poeta, y esto lo sabemos solo de parte de sus poemas, a través de los cuales podemos agudizar nuestro sin-acuerdo-alma y trasgredir lo momentáneo, lo errático, lo habitual, para trascender en lo hiriente de la realidad poética que Manuel Iris marginaliza del universo poético existente.

II

En Manuel Iris, la razón del poema se sostiene en la inmanente contracción de lo posible-fáctico-del-poema, en constante hacerse, para la verticalización del lenguaje razonado en poetización recurrente y la acción poética del decir.

III

Nos preguntamos ¿El poeta piensa en el poema? Solo en el poema el poeta tiene las posibilidades más amplias de pensar como poeta y no como pensador. El poeta poetiza, de sí mismo, o de su realidad poética (contrapuesta a su realidad real), para conciliar desde el cuerpo del poema afinidades entre el sentido de la obra de arte llamada ‘poema’ y el compromiso, casi sacramental, de hacer de la poesía algo más de lo que ya hemos atendido en la lectura de los grandes poemas. ¿Se demora el poeta en el poema? ¿Hay en el poeta ingenuidad o perversión? ¿Es el poeta para la poesía un ‘hacedor de poemas buenos’ o ya tiene para sí, la responsabilidad de elevar a criptograma el lenguaje (sino demencial, abstracto), en que el poema se expresa a quienes tienen a la poesía como idioma?

IV

Manuel Iris, lamentablemente para él y sus lectores, no es un poeta ingenuo. No es un grácil poeta a la usanza de muchos de sus coterráneos, que pudieron escribir hermosos y útiles poemas de amor; o al mejor estilo de los poetas cubanos, que pudieron escribir graciosos y estimulantes poemas revolucionarios; tampoco es Manuel Iris un poeta en condición de sacerdote de lo poético como lo fuera Alfonso Reyes; tampoco Manuel Iris es un poeta erudito y legatario de los secretos conocimientos de la contradicción de los hombres como lo fuera T.S. Eliot o Efraín Huerta. Manuel Iris es un poeta que suma, es un poeta que ya ha llegado a la poesía después de que se escribió la poesía en su totalidad; un poeta que si fuera otro poeta más, solo abundaría como poeta en la oquedad de serlo. Manuel Iris es un poeta de la periferia de la poesía misma, ¿Ovidio desterrado, quizá? Manuel Iris es un realizador: vino a nosotros para encontrar las posibilidades de poéticas alternativas. Y esto me lo ha contado el adentro mismo de Manuel, en una reunión que tuvimos con su sintaxis irregular, con la prosa versal, con el hilar de una idea poética dentro de otra más sencilla, que profundiza y poetiza la primera.

Manuel Iris, según entiendo, busca la puerta de salida de este manojo de respiraciones que es estar vivo dentro del poema. Él quiere abrir la escotilla y encontrar el enceguecedor resplandor que hemos dejado de sentir por el asfixiante techo de papel que hemos formado al leer. Pero no es un rupturista. No, Manuel conoce muy bien ese pasillo de la biblioteca y sabe que solo es capaz de enterrarnos tres o cuatro metros bajo papel. Es Manuel Iris un formalista de la transgresión. No es quien busca lo nuevo por buscarlo, sino quien sabe que hay una letra faltante en todos los abecedarios.

V

Tengo fe en Manuel Iris. Subyace en su búsqueda una persuasiva ‘posibilidad’, e insisto en esta palabra: posibilidad. Sobre esa palabra el ser humano ha construido templos. La duda que tiende a ser sonrisa: sobre esa piedra coloco este poemario: La luz desnuda. Para que me contemple (y en un juego de espejos nos contemplemos).

Hay dos vías para el adentramiento efectivo en poesía: por el poema o por el poeta. El poema su forma y su decir; el poeta lo dicho y lo comprensible de lo dicho. Gire usted la cerradura, abra la escotilla. Seguramente cuando el resplandor llegue a su rostro sabrá que Manuel Iris estuvo allí.

(Epílogo para La luz desnuda)

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