Katyna Henríquez Consalvi: La decana de los libreros en Venezuela

Habia una vez un país donde las librerías estaban aun por inventarse: la tradición editorial, y su encuentro final con el lector, la librería, parece que en Venezuela tiene una historia inconexa, de saltos, de tristes clausuras y maravillosos momentos de gloria; pero si hay un record que claramente puede entenderse, seguirse a lo largo de más de tres décadas, en la estela luminosa del trabajo librero de Katyna Henriquez Consalvi.

La mirada fija de esta mujer que sabe donde están los libros que tú estás buscando; su voz, que mezcla la suliteza de tono soprano de la mujer caraqueña y una quieta decencia que se instala en los estadios de la personalidad, nos ayudan a definir a esta bella mujer —que bajo la luz un bombillo decorativo, pero intenso y rodeado de libros, de sus libros que pueden ser nuestros en una trasacción que raya en lo místico—; quien nos recibió en una tarde lluviosa de Caracas, en el año 2019, para recordar —ese verbo cuya raíz latina es recordari, es decir re, de nuevo, cordis, que significa corazón: volver a pasar por el corazón— su camino, laborioso y triunfanate, por el mundo de los libros.

Desde Ramos Sucre, su José Antonio Ramos Sucre que la acompaño en su primera aventura fuera del país, hasta la construcción de un proyecto que nos ha invitado a todos a disfrutar: la Librería El Buscón, en el Trasnocho Cultural del Centro Comercial Las Mercedes de Caracas; esa escuela donde muchos hemos ido a aprender, algunos como libreros, viviendo la experiencia real de recibir adiestamiento de Katyna, y otros, donde me incluyo, capturando en la memoria todos los detalles trascentes que nos sirvan para replicar el resultado en otras coordenadas, pero con el mismo toque mágico que Katyna ofrece cuando cruzamos las puertas de su santuario, de su librería.

Para un zuliano que visita Caracas una o dos veces al año, la Librería El Buscón es mucho más que su maravilloso slogan: una librería de ocasión; se convierte en una parada obligada para recargar la esperanza. Esta tarde, sin sospecharlo, me llevé no solo un archivo de audio con la voz de esta mujer, sino la precisión de haber conocido a alguien que me serviría de ejemplo y que sería mi responsabilidad multiplar su voz en la radio, y hoy, en este libro, para que muchos puedan ver la luz del faro que ella representa.

Luis Perozo Cervantes: ¿Qué te hace llegar a estudiar Letras en la Universidad Javeriana, de Colombia? No sé de tu recorrido en tus primeros años de vida, me gustaría saberlo, y… ¿por qué no estudiar Letras en Venezuela?

Katyna Henríquez Consalvi: Bueno, fíjate, en realidad fueron unas razones absolutamente personales. Me casé muy joven, a los dieciocho años, y tomé el destino de ir con mi compañero a Bogotá, ambos a estudiar. Él, Filosofía y Letras, no sabíamos si sería la Javeriana, pero bueno, fue el sitio que finalmente escogimos, y la verdad es que me siento muy orgullosa de ser javeriana. Eso realmente ha sido una marca que me ha dejado, porque la formación es magnífica, son jesuitas, y por supuesto, fueron de un rigor que para mí hasta el día de hoy, es un sello de formación; entonces esa fue la razón, una razón personal, allí nació mi único hijo y la verdad es que me siento privilegiada de haber podido conocer un poco esa cultura colombiana, ese pueblo enorme que es Colombia, y tener todos los referentes literarios y culturales.

Allí, por cierto, comienza mi aventura con Ramos Sucre, y comenzó, yo diría mi idilio, porque lo conocí muy joven, lo leí muy joven y fue mi tesis de grado, un trabajo sobre él en la Universidad Javeriana, lo cual era muy curioso, porque allá lo conocían muy poco, de plano, lo conocían poco aquí en Venezuela. Con el tiempo ha habido un trabajo mayor, pero en esos momentos (estamos hablando de 1976) tuve un tutor maravilloso que fue el poeta colombiano Giovanni Quessep, él fue mi tutor y para él fue una grandísima sorpresa (también para mis compañeros) conocer a través de esa venezolana compañera que tenían allí en la clase, hablando sobre un personaje como Ramos Sucre; entonces, bueno, ya luego te iré contando cómo fue evolucionando ese vínculo con Ramos Sucre.

LPC: Bueno, me gustaría retroceder, es decir, ¿qué te hace estudiar Letras?… decidir eso.  Sabemos que viajas a Colombia con tu esposo a estudiar Letras, es decir, ya tu vida había dado ese vuelco desde niña quizá hacia los libros, y el amor por la lectura que te marca, y te hace, a los dieciocho años, ir a Colombia a estudiar letras… 

KHC: Bueno, definitivamente, creo que en la infancia te marca mucho, el ambiente en el que creces. Mi padre, fue Rigoberto Henríquez Vera, escritor y periodista, hizo mucho trabajo de historiador también, y luego fue diplomático y claro, yo crecí en una casa absolutamente rodeada de libros, y mis recuerdos de infancia son por ejemplo en la biblioteca de papá, donde él me sacaba libros de la biblioteca, me los ponía en la mano, yo niña, para que se los leyera en voz alta. Los recuerdos son, por ejemplo, le encantaba Andrés Eloy Blanco y eran lecturas de poesía venezolana, y me ponía muy pequeña (yo aprendiendo apenas a leer) a leerle a él en voz alta. Luego también tengo recuerdos de que jugaba a ser librera desde niña, tomaba los libros de papá, los ponía en un estante y llamaba a la gente, a los amiguitos, a jugar aquello de que yo era librera. Recuerdo que sacaban los billetitos, que eran las hojas de los árboles, y entonces la gente llegaba, me compraba el libro, pagaba con hojas de árboles, y ya… era librera desde niña. Entonces, ¿qué te puedo decir? O sea, creo que la casa es la gran escuela.

LPC: Eres una mujer que ha estado en los astilleros más grandes de los libros, porque de la Javeriana, luego de graduarte en Filosofía y Letras en la universidad de humanidades más importante que tiene la república de Colombia, tuviste unas pasantías exquisitas en las mejores editoriales de España durante los años 80. En ese boom de modernización editorial, en el cual ya ha pasado el boom latinoamericano, se consolidan las grandes editoriales españolas y empiezan a nacer las editoriales globalizadas, y todo esto tiene como origen la editorial española. Cuéntanos, Katina, en ese mundo editorial de España de los 80, lo que hiciste en beneficio del escenario latinoamericano.

KHC: ¡Qué bueno! Fíjate que en ese paso por España hay una… digamos, un paréntesis allí, que me gustaría relatarte, y es que cuando llego de Colombia a Venezuela, yo entro a trabajar en el Banco del Libro, creo que es importante hablar de ese episodio, porque fue un episodio de formación impresionante para mí.

El Banco del Libro,además, estaba justamente en el momento del nacimiento, pero ya consolidándose con una producción hermosísima, y yo estaba en la oficina que daba al lado de Ekaré y el Banco del Libro, como sabes, está especializado en literatura infantil y juvenil, y en ese momento como tantas instituciones venezolanas que tuvieron relevante importancia, no solamente para Latinoamérica sino para España, el Banco del Libro fue una institución muy reconocida, ahí hacíamos evaluación de todas las ediciones infantiles que llegaban tanto de América como de Europa, de habla hispana, de España, y hacíamos evaluación, se hacían unos listados, con esos listados las bibliotecas nacionales no solamente de Venezuela sino de Iberoamérica, conocían los libros a partir de esos listados, y mediante lo importante de esa labor, adquirían sus libros a partir de esos listados que tras una muy importante evaluación que se hacía en el Banco del Libro.

Entonces yo fui parte de ese equipo, tengo la fortuna, de hecho, además, quedé muy susceptible a lo infantil-juvenil gracias al Banco del Libro, y me voy a España con una bolsa de trabajo que me da el Banco del Libro a través de la Unesco, para hacer una investigación sobre literatura infantil y juvenil en Madrid, y también tenía un pequeño trabajo que me había dado la Biblioteca Nacional Virginia Betancourt, para hacer un informe mensual de las novedades editoriales que llegaban a la Casa del Libro de Madrid, para informar a la Biblioteca Nacional.

Fueron dos trabajos muy complejos, pero bueno, me sirvieron muchísimo sobre todo para llegar a Madrid con un objetivo, también con apoyos que venían dándose a partir de ese trabajo. Estando ya en Madrid, y haciendo este trabajo que era una labor más bien independiente, empiezo a optar por trabajo editorial, a meter papeles, y resulta que, esto es interesante saberlo, yo había hecho estudios de Fotografía aquí en la escuela de diseño y fíjate tú, que lo que me dio entrada a la editorial Anaya en España, (luego te muestro los libros que tengo por allí), lo que me dio entrada a esa editorial, imagínate, fue haber anexado diploma de estudios fotográficos.

Yo tenía mi diploma de estudios literarios (Letras) que fue lo que puse de primerito para trabajar en una editorial, pero al final, tengo estudios de Fotografía de la Escuela Neumann y lo metí al fondo; pues resulta que me llamaron. Esto siempre lo veo como mensaje, de que uno piensa que ciertas cosas que haces paralelas no son tan importantes, y resulta que esto fue, esa combinación, la que me dio entrada como editora gráfica y así es cómo ellos me contratan para un proyecto “Quinto centenario Biblioteca de Anaya”, que era el aporte de la Editorial Anaya para la celebración del quinto centenario (1992) del descubrimiento de América.

Entonces tuve la fortuna de entrar en ese proyecto, eran cien libros sobre América Latina, (son esos negritos que están allí), y bueno, entré inicialmente como editora gráfica buscando el material en bancos de imágenes, pero una vez terminada esa fase, entré a la parte literaria.

LPC: ¿Fuiste parte, entonces, de la confección de una colección de cien libros sobre la relación iberoamericana España-América?

KHC: Exacto, ahí hay un libro para cada país de América, está España también, allí hay antropología, hay naturaleza… es una colección bellísima sobre Iberoamérica y como te digo, era el gran aporte de esta editorial para esa gran celebración. Paralelamente a eso, yo tenía bajo mi… bueno, guardadito, el proyecto de Ramos Sucre. Dije: ¿cómo dejar de intentar, estando en España, que Ramos Sucre se edite aquí? Entonces tuve la gran fortuna también de conocer a Jacobo Stuart, el conde de Siruela, en ese momento tenía el esplendor de la Editorial Siruela en su mayor apogeo, lo conocí y tuve la osadía de darle un libro de la edición de la Biblioteca Ayacucho Ramos Sucre, y la osadía de decirle: mira, queremos editar esto en Siruela.

Era una absoluta osadía que a los veinticuatro años se perdona, pero claro, también yo estaba consciente del valor literario de Ramos Sucre y sabía que la dimensión (sobre todo pensando en él como editor), de quien es Jacobo Siruela, que ahora tiene Atalanta que es otra editorial espectacular, yo sentía que Siruela podía editar perfectamente a un autor como Ramos Sucre por los vínculos de tantas culturas que están inmersas dentro del texto de su obra; el tema medieval, que yo sabía que Jacobo era muy susceptible a él, entonces dije bueno, voy a hacer el intento, y cuál es mi sorpresa, que a la semana me llamaron para que preparara un dossier para la revista El Paseante, que era una revista del grupo Siruela, bueno, del grupo, realmente eso siempre fue un proyecto más independiente, la llevaba Jacobo Stuart, esa revista.

Comienzo a hacer allí un dossier, preparo con apoyo de toda esta memoria que viví, recuerda que me fui a los dieciocho años de Venezuela, por tanto, ni nexos para buscar material con la familia de Ramos Sucre, nada de esto existía, estaba por allá sola haciendo estas locuras, y entonces me dio por irme pie a eso, a buscar a la familia. Les escribí y me dieron autorización de fotografiar el texto, conseguí textos de Eugenio Montejo, que en ese momento estaba de Agregado Cultural en Portugal. No le conocía, ni a José Balza, pero les pedí apoyo y todos fueron ayudándome enviando material, y la sorpresa es que sale el número de El Paseante con un bellísimo dossier sobre Ramos Sucre, y la maravilla fue que a la semana el editor Jacobo me llama y me dice que los críticos están impresionados por este escritor. “Por favor, vamos a reunirnos para preparar una edición”, entonces en la colección El Ojo sin Párpados salió la edición de Ramos Sucre con el nombre de Las Formas del Fuego, y bueno, eso fue una hermosura.

En ese momento te confieso que pensé que lo estaba haciendo como una labor como editora, que era mi autor, pero luego descubrí cómo se recibió esa noticia en Venezuela, pues empecé a recibir notitas de Montejo, de Balza, de escritores que toda la vida habían sido mi admiración absoluta, y ellos dándome un agradecimiento, para mí eso fue realmente una labor de justicia poética para Ramos Sucre. Luego trabajé en la edición en México en el Fondo de Cultura Económica y otras cositas.

LPC: Esta pasantía europea culmina cerca de 1993, cuando te corresponde encargarte de un proyecto muy importante, que es fundar la librería Monte Ávila, de Monte Ávila Editores, nuestra gran editorial venezolana.

KHC: Exacto. De Madrid di un salto de tres años, en 1990 me voy a México. En Venezuela estaba Rafael Arráiz Lucca, era el presidente de Monte Ávila Editores, y desde que entra a Monte Ávila, lo hace con un objetivo muy claro de internacionalizar el fondo, entonces él me pide que me vaya a México, yo trabajo tres años en México haciendo el trabajo de distribución, de promoción, en un fondo que fue muy bien recibido en México, a pesar de que había tenido un bajón durante muchos años, pero había un repunte y esa época fue la que me tocó a mí, y trabajé esos tres años para Monte Ávila.

Allí comenzó el vínculo. Estando ya luego de tres años en México, Rafael Arráiz Lucca me manda a llamar, y me dice: “Katyna, hay un espacio que está asignado a Monte Ávila en el Teresa Carreño y queremos que montes una librería”. Antes de aceptarlo lo pensé, es como montar una librería en una catedral, porque además estábamos hablando en los años 90, que el Teresa Carreño estaba en su mayor euforia, (tenía diez años de haberse inaugurado el teatro), y ya sabes todo lo que pasaba allí, era la vida absoluta, la vida cultural estaba centrada allí, y entonces yo decía que era un reto, porque era además “hacerla”, no es que tú llegaras y te dijeran, mira, este es el espacio para una librería, no, había que construirla, había que diseñar el espacio.

Ahí lo que me mostraron fue un espacio vacío, con un “Soto” que colgaba, y me dijeron: mira, aquí va a ser la librería. O sea, había que montar paredes, crear, diseñar; me asignaron un gran arquitecto para trabajar con él, que es Domingo Álvarez, que bueno, era lo máximo que se podía escoger para ese proyecto, y quedó hermosísima.

Allí estuve diez años, también fue una época maravillosa, Caracas era una ciudad viva, una ciudad con toda la vida cultural que puedas imaginar, entonces de verdad que fue bueno, y de ahí viene ese germen de librera, o sea, realmente ahí nace, aparte de los primeros jugueteos de niña, ahí es donde realmente entro a trabajar en el oficio que me ha marcado hasta el día de hoy. Bueno, ya voy para treinta años.

LPC: Veamos, antes de llegar a que nos hables de El Buscón, o intentando llegar a su nacimiento hace dieciséis años, quiero que nos cuentes de la manera en la que viviste el quiebre después de trabajar durante más de diez años con Monte Ávila Editores, de tu participación en la creación del proyecto Kuaimare, y por qué nace El Buscón en medio de la crisis institucional venezolana de la primera década de este siglo, en el momento en el que se empieza a secuestrar las instituciones culturales del país, cuando el CONAC (Consejo Nacional de la Cultura) empieza a ser defenestrado hasta el punto de su desaparición en el 2005,  cuando crean el Ministerio de la Cultura, pero antes aniquilan un trabajo de cuarenta años, que era el Consejo Nacional de la Cultura, entonces quisiera, tú que lo viviste, que no los des como un testimonio documental, que nos quede aquí, y que nos digas ¿qué es El Buscón, como propuesta ya personal, pero también como propuesta institucional… como regalo para el país?

KHC: Bueno sí, efectivamente, estuve en la Librería de Monte Ávila, que era la vitrina, que fue un proyecto hermosísimo, podría ser un proyecto paralelo, es decir como las librerías del Fondo de Cultura Económica, que están en toda América. Monte Ávila era la editorial del Estado, equivalente al Fondo de Cultura en México, por lo tanto, tener una librería que fuera la vitrina del catálogo, del fondo, era un proyecto maravilloso, y eso fue durante diez años, por lo menos bajo mi cargo.

Yo salgo más o menos en 2001, y bueno, un poco lo que fue ocurriendo en todas las instituciones culturales, era una librería que a pesar de ser de Monte Ávila, la política era de absoluta apertura, nosotros presentábamos libros de Monte Ávila, pero también presentábamos libros de cualquier otra editorial, éramos una librería que servíamos de anfitriones en una cantidad de proyectos, mucho de lo que pasa en El Buscón hoy día, lo traje de allá, es una casa abierta para las editoriales, para los proyectos, en fin… ¿qué pasa?, que empiezo a sentir, y fíjate que estuve con tres presidentes que fueron pasando a lo largo,  empezamos con Arráiz Lucca, después estuvo Leonardo Azparren y luego estuvo de presidente Alexis Márquez y con ninguno, tuve ningún problema, de hecho hacían cambios de gerentes y a Katyna la dejaban, porque decían, “no, esa es la librería de Katina”, yo les arreglaba la cosa y les decía: “¡no!, ¿cómo que de Katyna?, esa es la librería de Monte Avila”, pero ellos insistían: “no, esa es tuya”, porque ellos veían el corazón que uno ponía allí, bueno, se transmitía y se transmitió a lo largo de tres presidencias de la editorial.

¿Qué pasó? Que a partir de un momento dado, ya sabemos en qué momento, empieza a cambiar todo, y una de las cosas que empieza a cambiar con Monte Ávila y en lo que a mí correspondía, que era la librería, eran directrices que no estaban acordes con mi manera de llevar ese proyecto, empezaron a hacer censuras de ciertos libros, se empezó a llevar una línea, digamos editorial, que viene por supuesto partiendo del cambio de línea editorial de la misma editorial, porque Monte Ávila empieza a cambiar en su línea, y por supuesto si éramos la librería Monte Ávila, la vitrina y la cara de Monte Ávila, pues todo eso  empezó a reflejarse en la librería, y yo pensé que ya era momento de salir, porque en ningún momento anterior había sentido esa presión ideológica de tener que llevarla hacia un camino que no…

Entonces es cuando tomo la decisión de dejar Monte Ávila con muchísimo dolor, porque empecé a ver cómo incluso hasta el sello, el set, y todo eso lo empiezan a quitar, bueno, ni hablar de una política editorial que lo que debía llevarse era por las vías de la revisión de los clásicos venezolanos, tantas cosas que tú veías cómo se estaban perdiendo, derechos de autor que se perdían, y dije no…

LPC: Derechos que se pierden por cuestión de cosas tontas, por ejemplo, nosotros en Sultana del Lago Editores acabamos de editar un libro maravilloso de Armando José Sequera, que es la Comedia Urbana, y se pierden porque Monte Ávila en su cláusula dice que si no reedita el libro en los cinco años después de que se agote, pierde los derechos, y es un libro capital quizá de la narrativa contemporánea, este caso, el nuestro, y por no reeditarlo, por no reinvertir en un libro que ya se agotó, pierden la capacidad de tener como puntero un libro maravilloso.

KHC: Y allí podríamos hablar de una infinidad de autores latinoamericanos. Nosotros teníamos joyas en el catálogo de Monte Ávila no solamente venezolanos, que ya es un tema de saber cómo responder a nuestra tradición literaria, de nuestro acervo, de nuestra memoria, eso se perdió, pero se perdieron infinidad de autores que era insólito que no se hubiesen reeditado… y déjame decirte que eso venía también desde atrás, o sea, hay unas políticas con Monte Ávila que fueron varios años de desatención y bueno, pero ya aquí llegamos al culmen, cuando ya se trata también de directrices.

Entonces ahí yo sentí que no tenía nada que hacer, me voy. En ese momento me voy, por cierto, antes hay también un paréntesis con el Centro Nacional del Libro, trabajé con Maribel Espinoza, una maestra del libro en asuntos internacionales, como había tenido la experiencia en México, de distribución, entonces bueno, estuve trabajando en promoción. Allí fueron años muy duros, me tocó…

Bueno, es que ya después lo que viene es un relato de pesares, estuvo la participación en el Ateneo de Caracas, que fue una librería hermosísima, ya estaba en decadencia para cuando a mí me toca, ya por más que intenté levantarla era poco lo que había que hacer, pero había una cosa muy íntima, y es que resulta que a mí me formó como librera en los años de Monte Ávila, iniciando en esos años que te decía, un alemán, un librero alemán que fue el fundador del Ateneo de Caracas, entonces ese señor que fue el fundador de lo que fue la más hermosa librería de los 70, 80, en Caracas, una de verdad, que con unos criterios libreros maravillosos, esa fue la persona, Hans Hirsch se llamó, él murió, un librero alemán. Entonces yo sentía que… así fuera de pasantías por el Ateneo, estuve de gerente poco tiempo, pero sentía que era como una manera de corresponderle a quien fue mi maestro librero, estar compartiendo en algún momento de mi vida ese espacio.

Y luego, las dificultades del país y tanta confrontación y tal, hace que bueno, ya no pueda, y me alejo completamente del trabajo para el Estado, cosa que lamenté muchísimo porque lo hacíamos perfectamente, y era una honra, y ahí poníamos nuestras mejores…

LPC: El hecho de la vocación de servicio, es decir, tu tío fue un trabajador incansable por el Estado, dedicó toda su vida al Estado, y las luchas personales de muchísimas personas que uno admira, que dijeron no, yo voy a dedicar mi formación personal, no voy a hacer fortuna, sino a hacer lo mejor de mi país, y lo hiciste durante…

KHC: Fíjate que yo fui becaria de la Fundación Ayacucho, y el compromiso que había con estos becarios era volver al país y dejar en el país todo eso que tú habías aprendido, todas esas semillas que tú habías cultivado, y bueno, eso fue lo que hice. Era una sensación terrible porque tú dices: bueno, pero por qué dejar esto, donde tú sientes realmente bien… también Kuaimare, que fue un proyecto hermosísimo a cargo de Luna Benítez, que luego también se fue degenerando y distorsionaron totalmente.

Ahí es cuando me quedo fuera de todo trabajo con el Estado y sí con la necesidad de seguir viviendo, trabajando y produciendo para vivir. Entonces viene un proyecto ya independiente, donde se suman varios socios, donde se suman los nombres de Federico Pacanins y María Fernanda Di Giacobbe, la embajadora del cacao en Venezuela, ella es de letras, pocas personas saben que María Fernanda viene de formación de Letras, y ahí esa poética con el cacao que ella tiene, y ese trabajo tan hermoso de promoción y de difusión de esta producción cacaotera, pero bueno, estos dos nombres junto al mío se suman y nos sentamos a soñar en una librería que fuera de segunda mano, que fuera de libros raros, agotados, de primeras ediciones, esto fue en el 2003 y fíjate, aquí lo que tendría que decirte es que yo nunca me imaginé que esa decisión, de haber hecho de que naciera una librería de segunda mano en una ciudad donde no hay esa tradición, en un país donde no hay una tradición del libro de segunda mano, era un riesgo hacerla, y más en un centro cultural que estaba naciendo con la expectativa de algo muy contemporáneo, y meter en este espacio tan moderno una librería de segunda mano, era un riesgo en el 2003.

Fue muy bien acogida, desde el comienzo tuvo un concepto claro, bibliografía venezolana era nuestro centro, nuestro norte, queríamos rendir homenaje a toda esa producción editorial maravillosa que ha tenido la tradición editorial de Venezuela con sus escritores, sus diseñadores, sus fotógrafos, sentíamos que había muchísimo que rescatar y eso iba a ser una aventura maravillosa de meternos donde nos tuviéramos que meter, como así ha sido, para rescatar todos esos tesoros bibliográficos, y ese fue nuestro norte, el proyecto se entendió muy bien desde el comienzo, pero nosotros trabajábamos en paralelo también con introducción de novedades, había un país donde todavía habían libros, donde todavía habían trasnacionales que te podían surtir, entonces la librería también tuvo la novedad de que mezclábamos libros nuevos y libros viejos sin ningún pudor.

Generalmente las librerías o son de viejos, son de nuevos, de novedades, pero no las mezclan, nosotros las mezclamos sin pudor, en cualquiera de nuestros estantes tú vas a encontrar libros nuevos y libros viejos, porque la idea es que el libro en su valor sea lo que lo que se redimensiona, no darle edad ni perder categoría por ello, entonces así nace, en ese momento sumábamos también libros nuevos, como te digo, pero ¿qué pasa?… la producción editorial empieza a mermar, las casas transnacionales empiezan a irse, empezamos a quedar solos, cada vez hay menos que demostrar, esto es catastrófico para la mayoría de las librerías que vivían de libros nuevos porque empiezan a fallecer, y empiezan a cerrar sus puertas porque no hay libros con qué llenarlos, y paradójicamente, nosotros cada vez teníamos más libros, porque a esto se suma el éxodo, y entonces resulta que cuando la gente se va del país vende su nevera, su carro, su plancha, pero lo que dejan hasta el final con la ilusión de que se lo van a llevar son los libros, porque los libros son la vida, una vida entera que va haciéndose a lo largo de los años, y que reúne demasiado afecto como para dejarlo, entonces la gente, como te digo, vendía todo, y de repente llegaba, el vuelo es dentro de un mes, las maletas son dos y la biblioteca son cuarenta cajas, entonces… ¿adónde recurren?… a El Buscón, entonces nosotros nos hemos convertido en un sitio para recibir esos libros…

LPC: Yo tomé una palabra de un plato que está en la puerta de El Buscón, de esto no me había dado cuenta en todas las veces que he venido, me dijo fue Rafael Cadenas, tuvimos una presentación hace dos meses, y Rafael Cadenas con una emoción traía unos papelitos para repartírselos a cada uno, decía: ¡yo siempre agarro uno y me lo llevo!

KHC: ¿Cuál palabra te salió?

LPC: Me salió fecunda, qué linda palabra esa, yo me voy a robar esa idea…

KHC: Te cuento que, con eso, con esas palabras, (son papelitos que tienen palabras, son palabras recortadas), con esas palabras se bautizó un libro. Un autor dijo: yo quiero bautizar el libro con las palabras que están dentro del libro, entonces las recortó, las puso en un bol, y con eso se bautizó. Luego yo las dejé en caja y entonces es muy divertido, porque la gente las saca, juega, hace poemas con las palabras y es divertimento, que finalmente es la idea de la librería.

LPC: ¿Qué pasa en El Buscón de lunes a domingo? ¿Abre toda la semana? ¿Y en qué horario la gente puede visitar El Buscón? Ah… ¿y qué sucede en este espacio mágico?

KHC: Sí, bueno, en realidad la librería cierra dos días al año solamente, el veinticinco de diciembre y el primero de enero, bueno, es un trabajo sin fin acá, y estábamos desde una de la tarde a las ocho de la noche. Inicialmente cerrábamos casi a media noche, el proyecto era trasnocho, estamos ubicados en un espacio que se llama Trasnocho Cultural y cerrábamos casi a medianoche, pero bueno, ya sabemos cómo está la ciudad, los problemas de transporte, de tantas cosas que nos agobian en estos últimos tiempos, y lamentablemente hemos tenido que reducir el horario…. ¿Qué pasa en El Buscón? Bueno, pasan miles de cosas, tenemos presentaciones, tenemos tres eventos a la semana: los martes, los jueves y los sábados. Ahora justamente está entrando un autor que va a presentar su libro el próximo jueves, y tenemos actividades para niños, tenemos exposiciones, eso que ves en la vitrina (que además me alegra que hagas estos piropos de las vitrinas, porque de verdad que nos esmeramos mucho), ahorita tenemos una vitrina dedicada al maestro Cruz Diez, y la otra vitrina la tenemos dedicada a Sofía Ímber, recordando siempre que el sentido de ser de El Buscón, es un espacio para la memoria, y yo creo que por eso el tema de la bibliografía venezolana, eso hay que repetirlo mucho, hacemos, rendimos culto a la memoria y pensamos que no podemos pensar en mejor futuro si la memoria no la resguardamos y la protegemos, entonces esas figuras que ves en la vitrina, son pequeños homenajes que hacemos.

¿Qué más te digo? Recitales poéticos, aquí ustedes han estado, hemos tenido la honra de recibirlos también recientemente con la última publicación sobre la obra de Rojas Guardia, y esperemos que, bueno, sigamos en este intercambio maravilloso… pero muchas cosas pasan.

LPC: Para finalizar, Katyna, cuéntanos… ¿qué proyectos tienes para el futuro? Sé que te la pasas viendo librerías y absorbiendo cosas hermosas del arte, pero ¿cómo ves a El Buscón dentro de los próximos cuatro años, que cumple veinte, y los próximos diez años, cuando tenga veintiséis?

KHC: Bueno, fíjate… qué bonita pregunta, porque de verdad que uno no se la plantea mucho, pero yo diría que aquí ha crecido una gran familia, o sea, a ti te conocí gracias a los libros, gracias a tus proyectos editoriales, y eso día a día crece, es una familia de autores, una familia de editores, de libreros, el trabajo de formación librero aquí, como tú lo dijiste antes, no se trata de vendedores de libros, somos libreros, y siempre se lo digo a los muchachos que trabajan en El Buscón, que con mucha honra vean su oficio, porque es un oficio muy noble, un oficio que además está en extinción en el mundo, y que cuando los hay se reconocen, cuando se hace bien el oficio se reconoce, y eso además a mí me encanta, esa parte pedagógica del trabajo librero, gracias a Dios han salido maravillosos libreros de acá, personas que están haciendo ahorita una labor importante en el campo cultural, y que han salido como libreros (eso me honra muchísimo), entonces la veo como una familia que sigue creciendo con la pasión que nunca muera, porque finalmente es lo que, en momentos de crisis y momentos de todo lo que estamos pasando, me siento…

No me preguntes cómo y por qué, pero me siento que esta pasión, el alimento de no sé qué, (digo que tiene que ser pasión porque cuando hay tanta dificultad y cada día es un reto, y eso también te moviliza), tener una energía particular que es distinta a cuando trabajamos con mayores comodidades, digamos entonces, yo creo que es un tema de compromiso y que hay que estar donde hay una cosa que nos necesita… hay unas palabras de Rafael Cadenas que dicen: el amor ubica donde se debe estar, entonces bueno, yo creo que este es mi lugar.

LPC: Gracias Katyna por regalarnos esta entrevista, y darnos la oportunidad de compartir contigo.

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