Armando José Sequera: El hijo de la palabra mañana
Había una vez un niño que aprendió a leer solo, descifrando en un cómic la palabra “mañana”. Aquel milagro precoz no solo fue un acto de intuición lectora, sino la metáfora de toda una vida: Armando José Sequera ha sido, desde entonces, un hombre que escribe para alcanzar lo que aún no ha ocurrido. Su destino estuvo sellado por la soledad luminosa de una madre soltera que le enseñó a mirar el arte con ojos críticos, a oír la música con devoción, a saborear las palabras como quien descubre los secretos del mundo.
Desde la infancia, la literatura fue para él más que un refugio: fue un salvavidas emocional, una forma de existir. Y fue el amor no correspondido —ese espejo cruel de la adolescencia— lo que lo empujó a escribir poemas a diez chicas, construyendo así, sin saberlo, su primera editorial personal. Aquella anécdota fundacional de timidez, pasión y desmesura se convirtió en el germen de una obra abundante, que cruza con irreverencia la poesía, el cuento, la novela, el periodismo y la literatura infantil.
Graduado en Comunicación Social en la UCV, cofundador de grupos literarios como El Cobalto Anémico, Sequera vivió los años setenta y ochenta entre páginas multigrafiadas, tertulias, clases, artículos y libros que comenzaban a brotar con un estilo propio. Su paso por el legendario taller de narrativa del CELA dirigido por Alfredo Armas Alfonzo lo marcó para siempre. En Alfredo encontró no solo al maestro, sino a la figura paterna que no había tenido, y con él trabajó codo a codo en editoriales, universidades y archivos, convirtiéndose en heredero espiritual de un linaje narrativo que mezcla oralidad, memoria y asombro.
La literatura infantil lo atrapó por accidente, con un tío zapatero como musa involuntaria y un puñado de cuentos que se transformaron en Evitarle malos pasos a la gente, libro galardonado con el Premio Casa de las Américas y el Diploma de Honor IBBY en Suiza. Desde entonces, Sequera ha construido una obra para niños tan sólida como su narrativa para adultos, logrando lo que pocos escritores venezolanos han alcanzado: vivir de sus libros. Con más de ochenta títulos publicados, ha sido leído y traducido, premiado y estudiado, pero sobre todo, ha sido fiel a sí mismo: un hombre sencillo que escribe sin vanidad, sin prisa, sin tregua.
La Comedia Urbana, su novela más ambiciosa, escrita a lo lao de veintiún años, es una suma coral de voces mínimas, un mural de microhistorias que radiografía a Caracas —y a todas las ciudades del mundo— en un solo minuto. Un libro que, como él mismo dice, nació adulto, y que ha sido leído en universidades de Europa como un testimonio mayor de la literatura venezolana contemporánea.
Armando es también locutor, editor, maestro de taller, padre de una hija de carne y hueso y de decenas de hijos de papel. Cuando se le pregunta por sus libros favoritos, responde como aquella madre nicaragüense con siete hijos: no los divide, los multiplica. Su palabra favorita es “mañana”, la misma que leyó por primera vez cuando era niño, la misma que lo guía cada día que se sienta a escribir, porque escribir, para Sequera, es vivir en futuro continuo.
En este puerto de voces, la suya brilla con la luz sabia del que ha transitado todos los géneros y ha vencido el silencio con la constancia de quien escribe —literalmente— para sobrevivir. Su obra no necesita validación, solo lectores dispuestos a maravillarse. Porque Armando José Sequera es eso: un contador de maravillas, un habitante del mañana.
LPC: Háblanos de tu infancia. Sequera es el apellido de tu mamá, fue madre soltera y te crio desde esa madre-padre que le ha tocado a muchas madres venezolanas. ¿Cómo hizo ella para prefigurar a este escritor venezolano que eres hoy?
AJS: Bueno, mi madre sí, era madre soltera, mi padre dejó hijos por todas partes. Anteriormente un hombre no se preocupaba por no fabricar muchos hijos, sino que los hijos le servían de pretexto para demostrar que sí se acostaba con muchas mujeres. Era una parte del machismo de mediados del siglo veinte y que todavía sigue funcionando en muchos lugares, no solo de Venezuela, sino de todo el continente americano, y bueno, mi madre se empeñó en enseñarme desde muy pequeño ciertas nociones culturales, como el acceso a la literatura, al cómic, a la música clásica, incluso a la pintura, para que yo aprendiera a tener como un ojo adiestrado en cuanto saber lo que era bueno de ver y lo que no, y todas esas cosas de alguna manera fueron como prefigurando una personalidad, sino de escritor propiamente tal, de alguien con tendencia a disfrutar las artes. Lo de escribir vino luego como una necesidad, porque yo era extremadamente delgado, y las chicas de donde yo estudiaba no se fijaban en mí. Pasaban a mi lado y no me miraban y eso por supuesto para un muchacho de once, doce años, significaba demasiado, era terrible, Yo tenía un compañero de estudio llamado Vallenilla que no solo era feo, sino que olía mal, y resulta ser que tenía novia y yo bueno, no sé si era feo o le resultaba antipático a las chicas, o algo, pero en todo caso yo era buen deportista, era buen estudiante, todas esas cosas, y las chicas ni me miraban. Yo me miraba al espejo y decía: bueno, no soy tan feo como Vallenilla, pero de repente me di cuenta un día en que estaba frente a una ventana cerrada, había mucha claridad fuera y el salón de esa ventana estaba a oscuras, (por lo tanto se convirtió en una especie de espejo), entonces pasaron a mi lado las muchachas del club de baile de mi liceo, y pasaron las chicas del grupo de danza de otro liceo, que iban a presentarse ese mediodía, y curiosamente ninguno de los dos grupos que pasó a mi lado, me vio. En ese momento vi hacia la ventana cerrada que estaba convertida en espejo, y advertí – porque estaba al lado de un pequeño jardín – que me confundía con los arbustos. Entonces dije: bueno, no puedo solucionar lo de mi delgadez, tengo que buscar una solución, y curiosamente a la mañana siguiente mientras desayunaba en el cafetín, a la misma mesa se sentaron dos chicas que provenían de otro liceo, y estaban hablando de un muchacho que escribía poemas, y se los regalaba a las chicas. Una de ellas había recibido dos, y la otra no había recibido ninguno, pero conversaban al respecto y entonces me di cuenta que podía dedicarme a hacerle poemas a las muchachas que me llamaran la atención. Primero hice lo que llamé posteriormente un “estudio de mercado”, para ver si había poeta en mi liceo. Cuando advertí que no, entonces decidí llenar esa vacante y escribí poemas para tres chicas, tres poemas para cada una de tres chicas que me llamaban la atención, pero sucedió que un amigo que le gustaban las matemáticas me dijo que si yo quería tener oportunidad, tenía que ceñirme al sistema decimal, es decir, regalarle mis poemas a diez chicas, para que por lo menos una de ellas se prendara de mí. Estuve como quince días buscando las otras siete, y en efecto le escribí poemas a diez, pero no de la manera normal que sería – un poema para cada una – sino que el salvaje que comencé a ser en la literatura (escribiendo bastante) se manifestó ahí por primera vez, y compré diez libretas Alpes que traían veinticinco hojas, es decir, cincuenta páginas, y le escribí cincuenta poemas a cada una durante casi tres semanas. Eso me tomó tres meses en dárselos, porque además yo era bastante introvertido, y al cabo de esas tres semanas, fui de pupitre en pupitre, o de salón en salón, y se los ponía sobre la tabla del pupitre: Toma, lee eso, y salía corriendo, y bueno, terminé con tres novias y eso me produjo varios problemas.
LPC: Bueno, esa historia está en Por culpa de la poesía, una hermosa novela que te publicó Alfaguara.Quisiera que me hablaras de los comienzos, ya en la escritura formal, es decir, te gradúas en el bachillerato, no sé en qué colegio, y después estudias Comunicación Social en la Universidad Central de Venezuela. Háblame de ese primer periodo en busca de la profesionalización, y cómo tu profesión de periodista te lleva también a tu profesión de escritor, que es tu otra profesión.
AJS: Sí, mira, yo me gradué de bachiller en el liceo Luis Ezpelosin en Catia y hubo allí algunas experiencias de periódicos escolares… cosas así. A mí me gustaba escribir ya, como conté en el fragmento anterior, me gustaba escribirle a las chicas y cuando dije que tuve varios problemas – perdona que retome un poquito lo anterior – fue porque después me quedé con tres novias, una vez escritos los poemas y entregados a las diez chicas, Eso me generó una serie de trastornos que duraron diez días; desayunaba tres veces, tenía que acompañar a las tres a su casa a distintos horarios, y cosas por el estilo, pero curiosamente ellas lo descubrieron, me armaron un rollo, y dejé de ir a clases durante casi una semana. Cuando regresé era una especie de héroe entre mis compañeros varones, y me pidieron que le escribiera poemas a sus novias, pero se los escribí… y como ellas sabían que el que los había hecho era yo, entonces rompieron varias con su novio y querían ser mis novias, y lo peor es que eso ocurrió con los tipos más grandotes y más fornidos, y me dieron varias golpizas. Entonces decidí que no seguiría cultivando la poesía, porque era un ejercicio literario muy riesgoso, me dediqué más que todo a la narrativa, y así comencé también a escribir cosas de prensa, y de alguna manera a acercarme a lo que iba a ser mi profesión universitaria, la de Comunicador Social. Estudié Comunicación Social en la Universidad Central de Venezuela, me gradué en la mención audiovisual, con un libro de fotografía al que en ese momento llamé La Comedia Urbana. Era un libro de fotografía, en torno al enfrentamiento entre el peatón y el automóvil por el dominio del espacio urbano, en particular en la ciudad de Caracas. Ese trabajo obtuvo mención publicación, y luego fue publicado el texto sin la fotografía por la Academia de la Historia, con el título de Alegato contra el automóvil. A la par de eso, desde que comencé en la Escuela de Comunicación Social, creamos varios amigos y yo, un grupo literario llamado El Cobalto Anémico, y La Casa Catártica, que publicábamos una revista multigrafiada y a la par una página en el periódico Prueba, que era de la Escuela de Comunicación Social. De ahí surgieron varios escritores, Eloi Yagüe, Earle Herrera, Hugo Colmenares, yo mismo… José Gregorio Bello Porras, es decir, hubo un grupo que estuvo en esas páginas, y cada uno luego se desarrolló por su lado. Mi trabajo literario fue luego reconocido con una beca en el Primer Taller de Narrativa del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, que lo dirigió Alfredo Armas Alfonzo. Para entonces, yo pensaba que Alfredo era lo que llamaban en la prensa un escritor telúrico, pero cuando lo conocí me di cuenta que era un escritor mucho más allá, era universal, y era probablemente a mi modo de ver, uno de nuestros mayores autores de literatura, y no solo eso, sino una persona tan humana, que en cierto momento hablé con él al cabo de un tiempo de una relación muy cercana, casi que de padre e hijo, y le dije que me habría gustado que hubiera sido mi padre, y bueno, casi lo fue, y durante mucho tiempo me aupó a escribir, a publicar, y todas esas cosas. Mi primer libro salió de ese taller, un libro llamado Me pareció que saltaba por el espacio como una hoja muerta, con un título que luego el diseñador de la portada me reclamó, el pintor Alirio Rodríguez fue el diseñador de esa portada, me reclamó que con ese título tan largo casi no le había dejado espacio para hacer una ilustración. Entonces ocurrió que ese libro, digamos que tuvo suerte, porque se vendió la edición de como dos mil ejemplares que sacaron, (supongo que una gran parte se regaló también), y de alguna manera me posicionó como un escritor prometedor para el futuro, pues. Es muy curioso, porque claro, cuando ese libro salió en 1977 yo tenía veinticuatro años, pero sucedió que me acuerdo haber asistido un día a un encuentro de escritores y estaba allí Juan Liscano, que me recibió con bastante cariño. Ya nos conocíamos y entonces le dijo a las personas que estaban presentes, y me presentó, valga la redundancia, y les dijo: este es un joven escritor muy prometedor. Es decir, a los cuarenta y dos años ya, seguía siendo prometedor y eso siempre me ha preocupado, seguir siendo prometedor, y nunca ser una realidad; pero hay personas que piensan lo contrario, como tú Luis, que te has convertido ahora en uno de mis nuevos editores.
LPC: Yo comentaba anoche, precisamente cuando hablaba de la edición que hicimos de La Comedia Urbana, la novela que recoge setecientos veinte microrrelatos, y que se convierte en una forma de radiografiar Caracas en un minuto. Comentaba que como editor, cosa que he asumido con beneplácito en los últimos años, como oficio, me parecía que tu obra tenía la madera para hacer una gran hoguera, y que era el reto teniendo todas las piezas del rompecabezas del éxito, teniendo grandes premios y reconocimientos, teniendo una obra sumamente robusta en calidad, faltaba la chispa de la industria editorial, que en Venezuela no existe. Si hubieses nacido en Europa, con tu obra ya serías Premio Nacional de Literatura española, y tuvieras nominado sin duda al premio Nobel, aunque parezca grandilocuente decirlo, y la gente no lo entienda. Yo los invito a que se acerquen a la obra de Sequera, que lo busquen. Armando, también tienes una extensa obra de literatura infantil, ¿por qué decides escribir para niños? Cuéntanos qué hace ese quiebre, y creo que no es algo premeditado, en el sentido, en el decir voy a escribir para niños porque ahí es donde está el dinero. Creo que es algo que te nace, y para lo cual tienes un talento innato. ¿Qué hace que Armando José Sequera, además de su obra narrativa, de sus novelas, de sus poemarios, tenga esa extensa obra para niños?
AJS: Ocurrió que yo tenía un tío que era muy ocurrente, a quien quería mucho; era zapatero remendón en Barquisimeto, y siempre que lo visitaba, o él nos visitaba, congeniábamos muy bien, porque por sus ocurrencias y todo, ese era como el tío loco que cada quien tiene en su familia. Ocurrió que un día había ganado un concurso de cuentos en la Universidad de Carabobo, bueno, obtuve el segundo premio y mi hermano literario y hermano del alma (tenemos amistad desde 1972) José Gregorio Bello Porras, había ganado el primer premio. Nos trasladamos a Valencia, y estando en casa de Laura Antillano, sucedió que ella tenía que entregar los materiales para su página en el diario – si mal no recuerdo – El Carabobeño, y dijo: Uy, tengo que entregarlo, y no he hecho nada, entonces yo le dije: Bueno, no te preocupes, ¿dime cuántas cuartillas necesitas? (Yo acostumbrado a mi trabajo periodístico). Dime cuántas cuartillas necesitas, y te escribo aquí algo, y me senté a la máquina de escribir, y me salieron tres textos en torno a mi tío, y fue muy curioso, porque fueron los primeros tres textos del primer libro que yo hice destinado a niños, que posteriormente se llamó Evitarle malos pasos a la gente. Con ese libro, obtuve dos años después el premio Casa de las Américas, en Cuba, y quince años más tarde, el Diploma de Honor Ibi en Basilea, Suiza. Entonces, claro, dos premios internacionales con ese libro, me hicieron creer (todavía me lo creo) que tenía algún futuro en el campo de la literatura para niños y jóvenes.
LPC: El premio Ibi, para quienes no lo saben, es uno de los premios más importantes de literatura infantil de toda Europa, es decir, es una especie de escalafón obligatorio para ganar el Christian Andersen, que es el premio Nobel de literatura infantil.
AJS: Sí, cuando yo lo recibí en el Banco del Libro, como quien recibe el premio del concurso de cuentos del abastos La Coromoto, en quién sabe, en Tucusí abajo, una cosa así, un pueblo de esos perdidos que ni siquiera se sabe si existe o no. pues no aparece en los mapas, pero luego viene un escritor español a Venezuela, a quien la embajada española me pidió que recibiera, y el hombre me miraba como desde una altura interplanetaria, y era porque había ganado el Diploma de Honor Ibi ese mismo año, y cuando se enteró que yo también lo había ganado, bajó y me miró desde la misma altura, y cuando se enteró que yo tenía el premio Casa de las Américas en literatura infantil, empezó a verme desde abajo, entonces me contó que el Diploma de Honor Ibi era un premio consagratorio en Europa, que abría las puertas para todas las editoriales, y que precisamente podía ser como una especie de antesala, para más adelante obtener el Hans Christian Andersen, que da el mismo Ibi, pero posteriormente se creó el Astrid Lindgren por el gobierno sueco, y es un premio con una dotación en coronas equivalente al premio Nobel de Literatura y bueno, ya yo tuve en el 2006 una nominación al Astrid Lindgren. A veces, con una nominación, yo siento que basta, claro, sería mejor el premio, pero creo que es un buen reconocimiento que a uno lo nominen para un premio de esa talla, de esa envergadura.
LPC: Armando, cuéntanos de esa relación tan especial… estrecha, que tuviste con el maestro Alfredo Armas Alfonzo, este escritor, autor de El Osario de Dios, autor que logró prefigurar un pueblo imaginario, que al mismo tiempo era un reflejo del pueblo donde él creció, que recogió la oralidad de sus ancestros, de sus tías, de sus vecinos, pero que del mismo modo lograba hacer que esa oralidad se convirtiera en un patrimonio de nuestra literatura, y de toda Venezuela. ¿Cómo fue esa relación? Sé que trabajaste con él en la Universidad Simón Bolívar. Cuéntanos un poco esa experiencia laboral también, haznos saber a qué dedicaste tu vida después de haberte graduado de Comunicador Social, y de qué manera esta guiatura de Alfredo Armas Alfonzo te sirvió para ser quien eres.
AJS: Mira, yo trabajé con Alfredo, bueno, la primera relación fue en el taller que ya dije del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, una experiencia que debió durar un año, pero como era una beca que daban quinientos bolívares mensuales, y el primer año no lo pagaron, para podernos pagar, la burocracia en ese momento (no recuerdo si del Inciva o del Conac) obligó a que se hiciera como una repetición del taller, pero fue un segundo taller con él, en este caso remunerado, (nosotros, los participantes). Con esa beca, tuve la ventaja probablemente ante muchas otras personas que han pasado por talleres, de tener un taller que duró dos años. Luego con él trabajé en la Universidad Simón Bolívar, estuve trabajando también en la Fundación para el rescate del acervo documental venezolano, una fundación que dependía de la Biblioteca Nacional, en un trabajo en torno a los orígenes de la fotografía en Venezuela. Allí también conocí a la que fue mi primera esposa, Josune Dorronsoro, que se dedicó posteriormente al estudio de la historia de la fotografía en Venezuela y en otros países, pero con Alfredo la relación fue muy cercana, al punto de que como ya señalé, yo llegué a sentirlo como el sucedáneo del padre que no tuve, y eso para mí fue extraordinario, con una persona a la que admiraba y quería muchísimo, y sé que el cariño era mutuo, porque en realidad trabajamos en distintos lugares, y siempre de muy buena manera. En la Universidad Simón Bolívar estuvimos trabajando en torno a la Editorial Equinoccio, y una vez que él se fue de allí para el diario El Nacional, quedé encargado de esa Editorial, y en realidad trabajé en la Universidad Simón Bolívar, también, dando clases de Literatura. Posteriormente tuve un programa llamado Mágico y Maravilloso (acabas de usar la expresión para presentar este segmento) y ese programa tuvo 2004 emisiones de la propia Universidad. En cierto momento, como yo trabajaba prácticamente casi que todo en investigaciones fuera y todo eso, tuve hasta la suerte de que el profesor Fernando Fernández, que pasó a ser mi jefe, ya en los últimos años me diera la oportunidad de trabajar desde casa, y desde allí poder ir a grabar en Radio Nacional de Venezuela los programas, etcétera, tenía siempre una locutora porque siempre busqué que fuera una voz femenina que se identificara con la Universidad, y no una voz masculina, y bueno, yo soy locutor pero no quise ejercer en ese caso, para no identificar una voz masculina con el programa. Luego estuve trabajando, fui fundador del Diario de Caracas, su primer director de páginas culturales, y estuve haciendo distintas cosas en el periodismo, solo que el trabajo literario fue cada vez como cobrando más cuerpo y empecé a dictar talleres, conferencias… múltiples cosas, a la par que trabajaba en la Universidad Simón Bolívar haciendo ese programa de radio. Gracias a que yo había comenzado a trabajar en la burocracia nacional a los catorce años, y empecé sin saberlo a cotizar al Seguro Social, a los cincuenta años me pude jubilar. Me plantearon: oye, pero tú eres muy joven, quédate yo no sé cuánto, pero yo lo que quería era jubilarme para dedicarme a lo que siempre he querido hacer, que es escribir a tiempo completo, y eso es lo que hago ahora, escribir a tiempo completo, y bueno, en realidad gracias a los libros destinados a público infantil y juvenil, he podido cumplir un sueño, que es el de vivir de lo que escribo.
LPC: Hay un personaje en la novela de Roberto Bolaño, Detectives Salvajes, que es escribidor, que escribe cartas en una plaza para personas que lo requieran. Él decía una frase que me encanta: en este país solamente vivimos de escribir Octavio Paz y yo (sobre México). Creo que hay pocos escritores que viven de escribir en Venezuela, tú eres uno de ellos, aunque en estas circunstancias que estamos viviendo de crisis, de agobio económico, imagino que tampoco es tan fácil como pudo haber sido en otros escenarios.
AJS: Bueno, me alcanza para hacer mercado. Lamentablemente no para viajar, o cosas como podía hacer antes, pero al menos me alcanza para hacer mercado y para ser feliz. En realidad no soy muy exigente en materia de distintas cosas que la gente quiere, no me interesan los lujos, no me interesa nada que de alguna manera sirva para destacar mi narcisismo, para sacarlo, lo que me interesa a mí es vivir en paz, tratar de que me amen y yo amar, y creo que con eso es bastante, y el hecho de tener hoy en día para comer, e incluso a veces para ayudar a otras personas cercanas, (familiares que tienen problemas económicos mayores), pues yo creo que ya con eso me puedo dar por satisfecho. No es que me resigne o algo así, es que simplemente siempre he sido así, incluso en la mayor abundancia que haya tenido, he sido exactamente igual, lo económico nunca ha sido para mí un problema.
LPC: Vamos ahora a hacerte una pregunta difícil: tienes ochenta y cuatro libros publicados… ¿podrías recomendarnos tres de esos ochenta y cuatro que te gusten, que sean tus favoritos?
AJS: Mira, eso siempre me lo preguntan los niños en los colegios… ¿Cuál es su libro favorito? Hace muchos años leí una entrevista que le hicieron a una señora nicaragüense que tenía siete hijos, y le preguntaron: ¿Cómo hace usted para dividir su amor entre siete? Y ella contestó: Fácil… yo no lo divido, lo multiplico. Exactamente yo hago lo mismo con mis libros, los quiero a todos, y de hecho los llamo mis hijos de papel, y los quiero como a mis hijos, aunque sé que cada uno, igual que mis hijos o mi hija, (que tengo una hija de carne y hueso), igual que ella creo que han recibido una educación para ser libres de criterio, ser libres de pensamiento y tener su propia vida y andar por la vida sin necesidad de mi persona, de que yo los apadrine o algo así. De lo único que debo estar pendiente, es de que sean reeditados de vez en cuando, pero de resto, cada libro tiene su propia existencia. De hecho tengo uno que casi que se editó solo, Juan de Papel, lo escribí en diez minutos estando de viaje, y luego lo envié en tiempos en que usaban disquetes las computadoras, lo envié a la Editorial sin saber que lo estaba enviando, y allá lo vieron junto al libro que sí estaba enviando. Publicaron ese libro, pero antes sacaron a Juan de Papel porque les gustó, y me encontré con que el libro estaba editado, sin ni siquiera yo saber que lo había enviado. Eso demuestra la independencia existencial que mis libros tienen con respecto a mi persona, algunos otros han tenido premios, han salido o todas esas cosas, y después descubro que tienen una vida independiente. Por ejemplo, el caso de La Comedia Urbana, un día me sorprendió porque en una reunión que tuve de profesores de literatura en España, me enteré que en la Universidad de Roma, en la Universidad de Lyon y en la propia Universidad de Salamanca, donde estaba invitado, La Comedia Urbana era estudiada como una gran obra de finales del siglo XX en el continente americano, y jamás me hubiera imaginado eso, que ese libro hubiera llegado tan lejos, o hubiese por lo menos llamado la atención en tres países europeos.
LPC: Bueno, te voy a hacer una pregunta breve: si te preguntáramos cuáles son tus palabras favoritas, ¿nos podrías decir palabras que siempre te acompañan?
AJS: Mi palabra favorita es la palabra mañana, no solo por lo que tiene de porvenir, de futuro, de promesa, de proyecto… sino también porque fue la primera palabra que yo leí. Mi madre me enseñó las letras – las consonantes y las vocales – y cómo sonaba cada una, cuando yo tenía cerca de cuatro años, pero no le hice mucho caso. Sin embargo, yo leía, o ella me leía, suplementos de cómics que comprábamos en librerías, en quioscos, etc, y me los leía pasando el dedo índice sobre los globitos con diálogo. Curiosamente, un día ella llegó con tres suplementos nuevos a la casa, y me dijo: déjame que me bañe, me acomode, coma, y te leo entonces uno. Y yo me senté a verlo, y de repente apareció ante mí la palabra mañana y me di cuenta que estaba compuesta por el sonido de la m y la a, que sonaba ma, el sonido de la ñ y la a, que sonaba ña, y el sonido de la n y la a, que sonaba na, y mañana me hizo ver que las demás letras consonantes, sumadas a ellas las vocales, daban los respectivos sonidos. Claro, se me hacía difícil, cuando por ejemplo una sílaba grande… (tendrán o podrán), se me hizo difícil en un primer momento, pero quizás por asociación logré entonces comprenderlo, porque claro, ya tenía el sonido de muchas de esas palabras en la mente, por la oralidad. Al rato, cuando mi mamá vino a decirme que me iba a leer el texto, le dije: no, si quiere yo se lo leo… (ya yo lo había leído) y se lo fui mostrando, y mi mamá salió pegando gritos: El niño sabe leer, ¿quién lo enseñó? Y nadie… fui yo mismo a partir de que hice como esa conexión en esa palabra mañana, y siento que esa palabra me ha acompañado toda la vida porque siempre ha sido eso, es decir, el punto de partida para algo que viene, algo que siempre prácticamente, se puede decir que en todos los casos ha sido para mejor, algo positivo.
LPC: ¡Maravillosa anécdota!… te lo agradezco muchísimo.Armando, no quisiste responderme la pregunta de los tres libros. Yo sé que es difícil responder, porque los amas a todos por igual, pero son tantos… que podrías tener algún tipo de favorito.
AJS: Mira, como a mí me gusta colarme de contrabando en los puertos, y este es un puerto de libros, te voy a colar un cuento: en realidad, puedo mencionar el que considero es mi mejor libro para niños, que se llama Fábulas de la Mazorca, pero no puedo dejar de lado a Teresa, que es mi libro más exitoso, y Evitarle malos pasos a la gente, que es el libro que ha obtenido premios – dos premios internacionales – y a la par ha tenido repercusión en el exterior también, no solo en Venezuela. Pero no puedo dejar fuera a La Comedia Urbana, que es como mi hija que nació madura, así como los otros nacieron siendo niños, La Comedia Urbana nació ya siendo adulta, me ha acompañado en muchísimos lugares, en muchísimos espacios, y he tenido bastantes satisfacciones con esa novela. De hecho, es un libro de cuentos, una novela construida con cuentos, y eso me llevó a una anécdota: la envié a un concurso de novelas, y la descalificaron porque era un libro de cuentos, y luego la envié a otro concurso de narrativa como libro de cuentos, y ganó y recibió un diploma, en el que decía que el premio era para la novela La Comedia Urbana. Anécdotas como esa hay muchas en torno a ella.
LPC: La Comedia Urbana ha sido reeditada recientemente por Sultana del Lago Editores, nuestro objetivo con estas ediciones, es sumarnos al nuevo mercado editorial del mundo, es decir, ya quedó en el pasado la necesidad de sacar cinco mil, diez mil ejemplares, para distribuirlos en librerías, nos encontramos con que ahora cualquier persona que tenga un teléfono inteligente puede tener (tiene de hecho), una librería en la play store, y tenemos a Amazon, que es el gran monstruo transnacional del libro, que los antiimperialistas la ven con recelo, pero que a fin de cuentas, es una herramienta que puede ser utilizada por cualquiera. Lo importante es el beneficio que le pueda traer a la humanidad, y si son libros, no creo que la dosis de veneno no tenga su antídoto en el propio libro. Armando, háblanos de esta novela, háblanos de qué le recomiendas a una persona que quiera leer La Comedia Urbana, que son setecientos veinte relatos que narran la historia de Caracas, desde las ocho en punto de la mañana, hasta las ocho y un minuto. Cómo abordar una obra tan grande, y después, qué mensaje nos puedes dejar a tus lectores.
AJS: La Comedia Urbana es una novela construida con cuentos, pero que de alguna manera pretende reflejar la vida no solamente de Caracas, sino de cualquier gran ciudad. Si uno tuviera la oportunidad de vivir, como mostraban antes en las películas al Olimpo, que Zeus tenía como una especie de gran visor sobre la Tierra, y podía ver lo que estaba sucediendo simultáneamente en distintos lugares, se asombraría de la cantidad de hechos que están ocurriendo al mismo tiempo en esa ciudad, pero también se asombraría de la cantidad de historias que se están contando, y eso es La Comedia Urbana, es decir, un resumen que me tomó a mí veintiún años de recolección de textos, de historias, de ideas fuera, y bueno, aparecieron todas como si hubieran sucedido en un solo minuto. En realidad el libro era mucho más ambicioso, en principio yo quise que le ganara al Ramayana, que es el libro con más versos (tiene cinco mil versos). Yo quería que este tuviera cinco mil microficciones, pero después me di cuenta de lo inoperante que eso sería para efectos de la publicación, y lo reduje a mil cuatrocientos cuarenta, que es la cantidad de minutos que tiene un día, pero todavía seguía siendo inoperante, y lo bajé a setecientos veinte, que son los minutos que tienen doce horas. Todas esas historias se pueden leer como algo que está sucediendo simultáneamente, con múltiples protagonistas, tanto los que narran como los que escuchan, y a la par los que forman parte de las anécdotas, y pueden extrapolarse esas historias a cualquier ciudad del mundo, porque así como suceden en Caracas, suceden en distintos lugares. Yo le fui quitando precisamente después de escribir los más de cinco mil textos, todas aquellas cosas que identificaran exclusivamente a Caracas, o que fueran de un tiempo en particular de Venezuela o de Caracas, o que de alguna manera fueran perecederas en el tiempo y en el espacio, y logré que el libro solamente contuviera historias que pueden contarse en Venezuela, en Colombia, en Ecuador, en cualquier lugar de nuestro continente e incluso en cualquier lugar de cualquier otro continente, y eso, de alguna manera, creo que es lo que ha llamado la atención. Invito a que las personas que quieran asomarse a un libro que está lleno de mucho humor, un humor que no es que yo lo coloqué allí, es que es el humor que tenemos los venezolanos y que transmitimos permanentemente cuando hablamos, cuando estamos contando cosas, que quien quiera ver un retrato hablado no solamente de Caracas, sino también de Venezuela y del continente americano, lo va a encontrar en La Comedia Urbana… es un retrato hablado y expresado por su propio protagonista. Me gustaría que no solamente leyeran mi novela, que también leyeran los otros libros que me va a publicar próximamente Sultana del Lago, pero también los demás libros, de otros autores, que publicará hoy, está publicando, o ha publicado Sultana del Lago, porque observo que tú tienes un nivel de exigencia bastante alto para publicar, y eso por supuesto va a llevar a la larga a que Sultana del Lago se convierta en la próxima gran referencia de la literatura venezolana en cuanto a Editorial, y bueno, si se mantiene este rumbo saliendo de tu Puerto de Libros, me parece que vale la pena que sigas, y yo te felicito no solo porque me publicas a mí, sino porque sé que estás también detrás de otros escritores y escritoras venezolanos de altísima calidad, que estás próximo a publicar o a lograr que se acerquen a la Editorial, y participen también contigo.
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